lunes, 28 de abril de 2008

EL DRAMA DE LA SEPARACIÓN DE LA FE Y LA RAZÓN

La separación de la fe y la razón

En el pensamiento contemporáneo se afirma sin temor y casi con descaro que es imposible alcanzar la verdad. No hay una verdad universal sino verdades. Todos hemos escuchado decir : “todo depende del punto de vista con que se le mire” o “esa es tu opinión (= verdad), pero mi opinión es otra”. Comprobamos como no hay ni existe una verdad universal, objetiva y certera que nos haga tener una tensión hacia el conocimiento de ésta. Este estado del pensamiento humano que proviene del nihilismo donde no hay nada que podamos conocer realmente, sino solamente sensaciones o sentimientos subjetivos, es el que reina hoy en día en las distintas escuelas filosóficas y de pensamiento que encontramos en cualquier tertulia o en la universidad.

El papa consciente de este cáncer del pensamiento moderno afirma en la encíclica Fe y Razón: “…algunos filósofos, abandonado la búsqueda de la verdad por sí misma, han adoptado como único objetivo el lograr la certeza subjetiva o la utilidad práctica. De aquí se desprende como consecuencia el ofuscamiento de la auténtica dignidad de la razón, que ya no es capaz de conocer lo verdadero y de buscar lo absoluto” (FR 47c). Se puede comprobar que en un pensamiento que renuncia al conocimiento de la verdad universal, la fe no tiene cabida, pero tampoco la tiene la filosofía. Ésta última ha tenido como fin desde los presocráticos la búsqueda de la verdad.

La Revelación es objeto de fe pero esto no quiere decir que sea absurda. Desde los primeros siglos los cristianos han intentado decir su fe desde la razón. Y ya no solo decir o explicar su fe como hicieron los apologetas sino buscar la inteligencia del misterio de la Revelación. Así fe y razón han sido como dice Juan Pablo II: “las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad” (FR 1). Esto es afirmar que tanto fe y razón son necesarias para poder contemplar la verdad. No es posible una fe adulta que no utilice la razón, como tampoco un racionalismo radical que quiera pasarse de la fe para el conocimiento pleno de la verdad. Este racionalismo solo conduce al nihilismo y éste al relativismo haciendo de la razón objeto de sospecha como instrumento para el conocimiento de la realidad y de la verdad.
Vemos como el intentar separar la fe y la razón conduce a un sinsentido y una pérdida de la esperanza en las capacidades que tiene el hombre de conocer la verdad. Por esto es necesario el recuperar esta relación intima entre fe y razón pues no hay fe sin asentimiento libre de la razón y no hay razón sin la convicción de que somos capaces de conocer la verdad. El Papa nos habla de este empobrecimiento de la fe y de la razón: “la razón privada de la aportación de la Revelación, ha recorrido caminos secundarios que tienen el peligro de hacerle perder de vista su meta final. La fe, privada de la razón, ha subrayado el sentimiento y la experiencia, corriendo el riesgo de dejar de ser una propuesta universal”(FR 48a).

Tanto fe y Razón están llamadas ha tener una reciproca autonomía. Donde cada una en su campo sienta que necesita a la otra para alcanzar su plenitud. El error contemporáneo, y que dura ya desde el siglo XV, de separar radicalmente la fe y la razón solamente ha llevado al fundamentalismo religioso por un lado y al nihilismo y relativismo filosófico por otro.

Hoy más que nunca es necesario anunciar que el conocimiento de la verdad es posible y que fe y razón son los instrumentos necesarios para lanzarnos a esta aventura del conocimiento de la verdad. La filosofía, que hoy tan marginada esta en los planes de estudios y en las universidades, debe recuperar su vocación primera de amante de la sabiduría, buscadora incansable de la inteligencia de este mundo y creyente en la existencia de la verdad y convertirse de nuevo en lo que siempre ha sido una descubridora de la verdad. La Teología, que para muchos no es más que un conocimiento esotérico e irracional, pueda recuperar verdadero lugar como ciencia de la Revelación, buscadora de la inteligencia del misterio de Cristo. Y que tanto filosofía y teología, que durante tantos años fueron de la mano, porque no era posible de otra manera, vuelvan al lugar que se merecen.

Juan Pablo II en la encíclica Fe y razón nos muestra como fe y razón son dos capacidades del espíritu humano que nos hacen conocer lo mas sublime de nuestra realidad y que no son contradictorias ni capaces de poder sobrevivir la una sin la otra. Y termino también con las palabras de Juan Pablo II: “A la parresía de la fe debe corresponder la audacia de la razón” (FR 48b).
Antonio Sánchez Rodríguez
Murcia, abril 2008

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