lunes, 12 de mayo de 2008

FIDES ET RATIO. Mucho más que una encíclica



La encíclica Fides et ratio es un documento que no puede más que llenar de satisfacción al que de alguna manera “ama la sabiduría”. El Papa Juan Pablo II en la Introducción de su encíclica sintetiza de forma muy precisa la idea general del escrito y su propósito. Así pues, uno de los puntos más relevantes de su discurso se centra en la misión universal que ha confrontado a toda la humanidad con la verdad. Concretamente, entre los diversos medios en los que el hombre se ha dirigido en la en la búsqueda de la verdad, se encuentra la filosofía (n. 3). Ésta se ha caracterizado principalmente desde el principio por interrogarse sobre el porqué de las cosas y su finalidad. Pero más específicamente, la encíclica asume a la filosofía como una disciplina que, desde el comienzo, ha buscado el nivel más alto de la investigación tratando de encontrar la causas primeras de toda la realidad; esto es, el fundamento último o lo absoluto: lo que tradicionalmente se ha denominado como metafísica(n. 4).
Sin embargo, el Papa es consciente de que en nuestros días, esta búsqueda de la verdad última “parece a menudo oscurecida” (n. 5). Esto ha conducido, no sólo a la filosofía, sino a toda la cultura en general, a una forma generalizada de agnosticismo y de relativismo (cfr. n. 5). La encíclica analiza toda una serie de corrientes que han separado a la humanidad del encuentro con la verdad y que han conducido a la filosofía a prescindir de la cuestión radical de la verdad de la vida personal, del ser y de Dios (cfr. n. 86-90). El peligro que se esconde en algunas corrientes de pensamiento es que llevan, a su vez, “a una concepción más general, que actualmente parece constituir el horizonte común” (n. 90). Nuestra época, dice el Papa, ha sido calificada como la época de la “posmodernidad” (n. 91). La reflexión sobre este fenómeno, que hace referencia a algo muy complejo, va a centrar el resto de esta breve exposición, pues conecta perfectamente con la enseñanza del actual siervo de Dios Benedicto XVI, en la misión de conducir a toda la humanidad hacia la verdad plena.
El término posmodernidad hace referencia a algo tan amplio y complejo que su demarcación y caracterización más o menos precisa es todavía una incógnita. Sin embargo, podemos afirmar que las corrientes de pensamiento relacionadas con la posmodernidad anuncian una pérdida de confianza en la razón y en su capacidad para encontrar la verdad. Precisamente, la posmodernidad es fruto de una de las crisis más importantes de todos los tiempos, que llega a su cúspide en el siglo XX: la crisis de la razón. El siglo XX pasará a la Historia, entre otras muchas cosas, como el siglo en el que el hombre se dispuso a tirar por tierra muchos de los postulados y premisas que el “proyecto moderno” asumía como propios. Una razón fragmentada, plural e impura (en el sentido kantiano) no hace sino mostrar otra posibilidad, otra dimensión, otra vida, a saber, la posmodernidad.
Los autores que han sido insertados en este complejo denominado posmodernidad, se nutren de esta crisis de la razón para profesar una “doctrina”, que alberga en sus distintos contextos algunos de los siguientes dogmas: abandono de los discursos legitimadores, ausencia de criterios universales de justificación, incertidumbre sobre la verdad, carencia de valores y verdades universales, estetización general de la vida y apertura a los juegos de lenguaje. La variedad de los distintos rasgos que se pueden aplicar a la posmodernidad puede venir justificada por el hecho de que este fenómeno se está convirtiendo en una “atmósfera común”, en el que resulta imposible hacer una delimitación medianamente precisa. La “condición postmoderna” –nombre que da título a una obra de Lyotard– se extiende al ámbito del arte, de la religión y de la filosofía. Es un talante, una postura que nos invita a vivir en la “paradoja”, en la gran paradoja de la posmodernidad, que resulta ser provocadora y seductora a la vez, porque hace presente la vida misma, el fenómeno de lo humano. Esta paradoja está vigente desde el instante en que la posmodernidad defiende la no posibilidad de verdad y objetividad, la carencia de sentido y la vivencia de lo fugaz y lo provisional.
En medio de este ambiente cultural, la metafísica, la ciencia que ha intentado fundamentar y dar unidad, dirección y sentido al pensar y actuar humanos está siendo vista con malos ojos por la mayoría de las corrientes de pensamiento actuales. Por el miedo a caer en un pensamiento absolutista y fundamentalista, la mayoría de los intelectuales contemporáneos son cada vez más conscientes de que una cultura comprometida con la ontología es poco plausible. En la actualidad, el pensamiento de pensadores como Richard Rorty, Gianni Vattimo, Jacques Derrida, etc., anuncian con entusiasmo que no hay deseo de encontrar un vocabulario único y final para una “cultura superior”, porque el género que llamamos “metafísica” se ha leído con gran distanciamiento e ironía en los últimos siglos. La ideología de estos pensadores pretende situar al hombre de hoy en una cultura posmetafísca, una cultura que no reconoce nada como estable y permanente. Para ello, los predicadores de la cultura posmetafísica necesitan reconocer la contingencia, provisionalidad y precariedad de las creencias y deseos más fundamentales. El anuncio de una cultura posmetafísica se sustenta en reconocer que no hay nada definitivo y en dejar como última medida al propio yo y sus ganas.
Considerando las palabras de la segunda epístola de San Pedro en las que se dice: “Habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán herejías perniciosas y atraerán sobre sí una rápida destrucción” (2 P 2, 1), queremos denunciar la falsa humildad proclamada por el pensador posmetafísico cuando afirma que no deberíamos nunca remitirnos a algo que está más allá del tiempo y del azar. En una cultura posmetafísica nadie tendría la “visión última” de la realidad, pues no habría posibilidad de ir “más allá”. Sin embargo, los nuevos profetas de la cultura posmetafísica se aferran a la única actitud que parece estar de moda: relativismo y antiautoritarismo.
El Papa Benedicto XVI, consciente de esta situación, en un discurso que pasará a la Historia por su sagacidad y lucidez, decía lo siguiente: “Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse zarandear por cualquier viento de doctrina, parece ser la única actitud que está de moda. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida al propio yo y sus ganas” (Homilía del Card. Ratzinger en la misa previa al cónclave, 18 abril 2005). Y es que, en filosofía uno de los puntos firmes y sobre el que no cabe duda es que “no se critica un absoluto si no es en nombre de un absoluto”. Por eso, el intento de abolir la metafísica se hace en nombre de otra cosa: ya sea la reivindicación de un género literario, o en nombre de la democracia, o en nombre de una posición laicista, o en una actitud difusa de pensamiento débil. En definitiva, la única posibilidad seria de superación de la metafísica sería la de no decir ni pronunciar palabra añguna. Pero, esto, como sabemos, convertiría al ser humano en poco más que un tronco seco. Por esta razón, en el ansia de superación de la filosofía, de la vera philosophia exige la importación de un pensamiento nuevo y radical que evite y rechaze todo lo anterior.
En la inmensa tarea de denunciar las falsas doctrinas y herejías perniciosas se inserta toda la Iglesia y con ella la encíclica de nuestro venerado Juan Pablo II, para seguir alentando y conduciendo al hombre a la verdadera realidad, a lo verdaderamente auténtico y último: a Cristo. Sabiendo que “portamos este tesoro en vasijas de barro” (cfr. 2 Co 4, 7), pero con la certeza de que el Espíritu Santo guía a toda su Iglesia.
Jose Antonio García-Lorente
Rezad por mí, que soy un pecador.

2 comentarios:

Angel Hurtado dijo...

Dos preguntas por si es oportuno:
1 - ¿Se puede llegar a definir con claridad cuál es la metafísica de la dictadura del relativismo?
2 - ¿Se puede desarrolar la idea de que sólo hay dos metafísicas?.
Un abrazo.

mikiman dijo...
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