martes, 7 de octubre de 2008

LA DECADENCIA DE OCCIDENTE

De la negación de Dios a la negación de la razón y sus consecuencias políticas a la luz de Fides et Ratio

INTRODUCCIÓN
La renuncia de la civilización occidental a la Verdad como Absoluto y a la verdad sobre su origen cristiano, manifestada en el hecho de que las autoridades políticas europeas hicieran oídos sordos a la “petición” del Papa Juan Pablo II de reconocer el origen grecorromano y judeo-cristiano de Europa en el preámbulo de la Constitución europea, puede marcar el fin de una cultura sin parangón en logros a favor del hombre.
De hecho, esto ha ocurrido con todas las grandes civilizaciones e Imperios desaparecidos. En cuanto han olvidado su origen, su identidad, su razón de ser, han comenzado una decadencia que ha acabado con ellos.
Con el presente trabajo intentaré exponer que esta renuncia a la Verdad, en su doble sentido antes citado, no es algo puntual y actual, sino la consecuencia de un decaimiento progresivo de la filosofía y, por tanto, de la confianza en la razón. Decaimiento éste que va unido a la negación del Dios cristiano, un Dios personal y cercano a la realidad existencial del ser humano. El mismo comienzo de la encíclica Fides et Ratio me permite sostener esta tesis al afirmar el estrecho vínculo existente entre fe y razón en su búsqueda de la verdad: “la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad” (Preámbulo FR).

1. LA NEGACIÓN DE DIOS. LA ILUSTRACIÓN Y LOS “PADRES DE LA SOSPECHA”: DEL DEÍSMO AL ATEÍSMO
A lo largo de la historia, el Dios personal, cristiano, ha sido negado muchas veces, pero me centraré solo en dos momentos históricos, en dos “corrientes” que considero muy importante en relación al tema que tratamos.
a) La Ilustración y el deísmo. En el siglo XVIII y procedente del racionalismo del siglo XVII surge la Ilustración como un nuevo período histórico caracterizado por su optimismo en el poder de la razón y en la posibilidad de reorganizar a fondo la sociedad a base de principios racionales[1]. Este sería un hecho positivo en sí mismo si no fuera porque junto al poder de la razón se va a negar la existencia de un Dios personal. Para el deísmo, Dios es principio y causa del universo, pero dicho Dios no se ocupa de los hombres, de su historia ni destino[2]. Si bien es verdad que no se niega la existencia de Dios, la relación fe-razón comienza a desequilibrarse en cuanto que solo la razón puede ayudar al hombre a resolver los grandes dilemas de su existencia y Dios queda al margen. Dios, la fe, la revelación no son válidos como argumento racional.
Lejos de quedarnos en esta situación, el pensamiento occidental continuaría avanzando por un camino erróneo que partiendo del racionalismo cartesiano nos iba a llevar en la segunda mitad del siglo XIX al rechazo de más de veinte siglos de pensamiento.
b) Los “padres de la sospecha” y el ateísmo. Con el apelativo de “padres de la sospecha” me refiero a una serie de pensadores que, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, van a rechazar todo el bagaje cultural y de pensamiento europeo. Entre estos autores podemos encontrar a Feuerbach, Nietzsche y Marx. Frente al idealismo hegeliano que intentó “de diversos modos transformar la fe y sus contenidos,…, en estructuras dialécticas concebibles racionalmente” (FR 46), van a surgir estos autores con “diferentes formas de humanismo ateo, elaborado filosóficamente” (FR 46), que presentaba la fe como “nociva y alienante para el desarrollo de la plena racionalidad” (FR 46). Más aún estos humanismos ateos no solo negaron la existencia de Dios y afirmaron la irracionalidad de la fe, sino que se presentaron a sí mismos como “nuevas religiones creando la base de proyectos que, en el plano político y social, desembocaron en sistemas totalitarios traumáticos para la humanidad” (FR 46).

2. LA NEGACIÓN DE LA RAZÓN: LA CRISIS DEL SENTIDO DE LA VIDA[3]
Según el número 81 de Fides et Ratio, uno de los problemas del pensamiento actual es la “crisis del sentido” de la vida. Pero ¿por qué hemos llegado a esta crisis? ¿Qué relación existe entre esta crisis del sentido y la desconfianza en la razón?
Juan Pablo II nos responde a estas preguntas cuando afirma que “la pluralidad de las teorías que se disputan la respuesta o los diversos modos de ver y de interpretar el mundo y la vida del hombre, no hacen más que agudizar esta duda radical, que fácilmente desemboca en un estado de escepticismo y de indiferencia o en las diversas manifestaciones del nihilismo”[4]. La negación de Dios y la ruptura con la historia del pensamiento europeo que encontrábamos en los “padres de la sospecha” no fue acompañada de una nueva línea de pensamiento, de un nuevo enfoque o nueva respuesta a los problemas del hombre. No era posible que dieran esta nueva respuesta porque negada la Verdad, negado Dios, negado Cristo, es imposible acercarse a la verdad sobre el hombre[5]. Esta situación dio paso a esa “pluralidad de respuestas” a la que hacía referencia el Papa, y a la que el Cardenal Joseph Ratzinger denominó “dictadura del relativismo” en la Homilía pronunciada en la Misa Pro-eligendo Pontifice tras la muerte de Juan Pablo II.
Ahora bien, esta desconfianza en la razón humana y esta crisis del sentido de la vida no se ha producido únicamente en el “mundo” de los grandes pensadores, sino también en el vivir diario de cada ciudadano mundial. En el ciudadano de a pie es cierto que han influido todas las corrientes de pensamiento de las que hemos hablado antes, pero lo que realmente ha provocado en él esta desconfianza y esta crisis no ha sido otra cosa que los grandes horrores del siglo XX: las dos guerras mundiales, las revoluciones comunistas, las bombas atómicas, la guerra fría, etc. Todos estos acontecimientos han desencadenado un desencanto por las posibilidades de la razón humana, a la par que han negado cualquier sentido de la vida de un ser capaz de estos males.
Frente a este panorama ha resurgido el carpe diem como modo de vida, el hombre se ha encerrado “en sí mismo, dentro de los límites de su propia inmanencia, sin ninguna referencia a lo trascendente”[6].
En resumen, el ateísmo y el rechazo de la cultura europea unidos a los grandes males provocados por el hombre (y su razón), han tenido como consecuencia “cerrar el cielo”, provocando así cualquier sentido trascendental a la vida humana.

3. LA POLÍTICA ACTUAL
A partir del número 86 de la encíclica, el Papa pone de relieve los errores presentes en las actuales corrientes de pensamiento. De tosas esas corrientes me detendré en el pragmatismo (FR 89), porque conduce a la democracia al arrinconamiento de cualquier “referencia a fundamentos de orden axiológico y, por tanto, inmutables. La admisibilidad o no de un determinado comportamiento se decide con el voto de la mayoría parlamentaria”[7].
Esta situación de relativismo moral y consenso político es contraria al reconocimiento de la existencia del Bien Absoluto. Este hecho no es casualidad, sino el fruto del proceso señalado en los dos apartados anteriores. La decadencia moral y política de occidente deriva de una previa caída de la confianza en la razón para alcanzar la Verdad, lo que a su vez es una consecuencia directa del alejamiento del Dios personal y creador, que ama al ser humano, llenando e impulsando así el espíritu del hombre a la búsqueda y contemplación de la Verdad (FR 4).
3.1. El fin de la metafísica y la crisis del derecho y la política[8]
“Los padres de la sospecha” renegaron de la cultura tradicional occidental, rechazaron la “filosofía perenne”. Este rechazo pone en duda la metafísica. Éste fue el punto de partida del Cardenal Joseph Ratzinger en su discurso de agradecimiento pronunciado el 10 de noviembre de 1999 con ocasión de serle conferido el grado de docto Honoris Causa en Derecho por la Facultad de Derecho de la universidad italiana LUMSA. En dicho discurso, Ratzinger establecía una estrecha relación entre el fin de la metafísica y la crisis o riesgos actuales del Derecho.
Ratzinger considera que el fin de la metafísica ha dado paso al “positivismo jurídico” cuya expresión práctica es la teoría del consenso (relativismo). Pero ¿en base a qué establece esta relación? La negación de la Verdad (fin de la metafísica) hace que la razón no pueda aspirar a mayor “verdad” que la que es así reconocida por el consenso de la mayoría parlamentaria. De este hecho se deduce la reducción de la ética a política, a Derecho, y su consecuencia más grave radica en el hecho de que matrimonio y familia son cada vez menos las formas sustentadoras de la comunidad estatal, y quedan sustituidas por múltiples formas de convivencia, a menudo lábiles y problemáticas.

Más aún, el fin de la metafísica, no solo nos conduce a la reducción de la ética a la política y al descrédito del matrimonio y la familia, sino que también se pone en duda la esencial diversidad del hombre respecto a los animales, con lo cual se produce el fin de la antropología; como no podemos conocer la Verdad sobre el hombre, abandonemos esta búsqueda y centrémonos en decidir como queremos que sea el hombre[9].
3.2. El diálogo fe-razón en el Estado moderno. Habermas y Ratzinger: del sincretismo a la jerarquía de la Verdad
Por último voy a tratar dos posibles soluciones a las consecuencias políticas nacidas del desencuentro fe-razón. El 19 de enero de 2004 Habermas y Ratzinger expusieron su visión acerca de “las bases morales pre-políticas del Estado liberal” en la Academia Católica de Baviera en Munich. Ambos autores estaban de acuerdo en la necesidad del diálogo fe-razón para garantizar la sostenibilidad del Estado moderno, pero entienden de modo distinto ese diálogo y, por tanto, el Estado.

a) Habermas defendía un liberalismo político que se entiende como una justificación no-religiosa y post-metafísica de los fundamentos normativos del Estado constitucional democrático. También hacía alusiones a lo positivo de la relación entre cristianismo y filosofía griega, que permitió entre otras cosas reconocer la igual dignidad de todos los hombres como una traducción secular de la afirmación religiosa del ser humano como imagen de Dios. Consideraba también que las personas que profesan una religión tienen que ser respetadas por la sociedad, tanto a nivel personal como al nivel de sus pensamientos y de su ethos religioso.
Ahora bien a mi modo de ver Habermas no acierta cuando pretende desvincular la democracia occidental (liberal y constitucional) de cualquier componente religioso en su origen, cuando pretende hacer creer que la Declaración de los Derechos Humanos es un logro de la razón occidental al margen del pensamiento y tradición cristianos o cuando considera que el diálogo del Estado o de la sociedad no creyente debe ser el mismo con todas las confesiones religiosas, como si todas tuvieran el mismo nivel de verdad. Mi intención no es defender la Verdad del cristianismo desde la revelación, sino desde la verdad del ser humano, en cuanto que es la única religión que siempre ha defendido la vida y la ha considerado como el valor más positivo del que goza el hombre y sin el cual no tendría ningún derecho ni ninguna posibilidad de diálogo. Es cierto que el diálogo social interreligioso es bueno para el Estado, pero el Estado tiene que buscar la Verdad y garantizar los derechos verdaderos del hombre y no los que sean aceptados por una mayoría parlamentaria o ciudadana, ni los que aplaquen la ira de los violentos, lo sean por motivos religiosos o por motivos contra-religiosos.

b) Por otro lado, Ratzinger, aún siendo defensor de un diálogo interreligioso, considera que la relación entre la fe cristiana y la razón es el único medio para frenar una gran serie de problemas a los que se enfrenta el Estado moderno. Entre estos problemas encontramos:

1. La interculturalidad, que ha quebrado certezas éticas consideradas básicas y que ha propuesto la construcción de un “ethos universal”, una ética de mínimos, que se ha quedado simplemente en una abstracción.

2. El avance científico, que ha cambiado las cosmovisiones y antropologías rompiendo viejas certezas morales y queriendo situarse a sí mismo como productor de ethos.

3. El poder como decisión de las mayorías, que puede dar lugar a medidas injustas.

4. Las nuevas formas de poder: terrorismo religioso (Bin Laden), producción de seres humanos y la sustitución de la razón por la ciencia apoyada en la máxima “si la ciencia lo puede, hágase”.

Una de las causas de todos estos problemas la encontramos en la ruptura de la relación entre razón y naturaleza en la que se apoyaba el derecho natural. Dicha ruptura es consecuencia de la teoría de la evolución, que nos ha conducido a la siguiente situación: en lugar de ser el hombre un sujeto de derechos por el hecho de ser hombre y, por tanto, tener que descubrir en su naturaleza cuáles son sus derechos; se ha reconocido en el hombre un sujeto de derechos, independientemente de su naturaleza y, por tanto, esos derechos han de ser inventados.

4. CONCLUSIÓN
La ruptura del diálogo fe-razón ha tenido consecuencias graves para el Estado occidental, liberal y democrático. La negación de Dios y de la metafísica nos conduce a una política débil, sin convicciones, apoyada en las modas de las mayorías, etc. El gran problema que se deriva de todo esto no es el ataque voraz que esta sufriendo el cristianismo, sino la destrucción progresiva del ser humano que queda a la merced de la ciencia no controlada por la razón ni la fe, de las confesiones religiosas que son contrarias a la vida o que no reconocen la igualdad de todos los seres humanos, de los lobbys que están legislando contra la propia naturaleza del ser humano.
Frente a esta situación debe, pues, la fe tratar de sanar a la razón humana y conservarla por medio de una justa educación que le permita discernir lo justo, “lo que es conforme a la exigencia interna del ser humano de todos los lugares, y que lo distingue de aquello que es destructivo para el hombre”[10]. Por otra parte, también debe la fe reconocer sus errores[11] y dejar que la razón sea su órgano purificador y ordenador, como ya ocurría en los Padres de la Iglesia[12].


[1] cf. “Ilustración” en J. Ferrater Mora, “Diccionario de Filosofía” Tomo II, pp. 1761ss. Barcelona, 1994
[2] cf. “Deísmo” en J. Ferrater Mora, “Diccionario de Filosofía” Tomo I, pp. 801-802. Barcelona, 1994
[3] cf. FR 81
[4] cf. FR 81
[5] cf. GS 22
[6] cf. FR 81
[7] cf. FR 89; EV 69; Joseph Ratzinger en Homilía de la Misa “Pro Eligendo Pontifice” del 18 de abril de 2005; Joseph Ratzinger en La crisis del Derecho. Discurso de agradecimiento por la concesión del grado de doctor Honoris Causa en Derecho en la Universidad Italiana LUMSA del 10 de noviembre de 1999.
[8] Joseph Ratzinger en La crisis del Derecho. Discurso de agradecimiento por la concesión del grado de doctor Honoris Causa en Derecho en la Universidad Italiana LUMSA del 10 de noviembre de 1999
[9] Evolución de la antropología filosófica desde Kant a Foucault
[10] Joseph Ratzinger en La crisis del Derecho. Discurso de agradecimiento por la concesión del grado de doctor Honoris Causa en Derecho en la Universidad Italiana LUMSA del 10 de noviembre de 1999
[11] Joseph Ratzinger en La crisis del Derecho. Discurso de agradecimiento por la concesión del grado de doctor Honoris Causa en Derecho en la Universidad Italiana LUMSA del 10 de noviembre de 1999
[12] Joseph Ratzinger en “Las bases morales pre-políticas del Estado liberal”, ponencia pronunciada en la Academia Católica de Baviera en Munich el 19 de enero de 2004


Pedro Cesar Carrillo Martínez
Alcantarilla 2008

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